EL JUEGO INFANTIL es el nombre de un librito escrito por Elke Blattmann y Rudolf Kischnick, de Editorial Antroposófica, que es muy interesante. Como padres, nos hace pensar en el mundo que “creamos” para nuestros pequeños. Copio aquí algunos párrafos, aunque es difícil seleccionar partes cuando el libro entero es tan acertado en sus apreciaciones. Más adelante, nos da consejos sobre los juguetes más adecuados para nuestros niños y sobre qué hacer ante la "avalancha" de juguetes que suelen acumularse en una casa cuando llega un niño.
“¿A qué juega hoy en día el niño en la etapa preescolar? En lugar de una respuesta, cada vez se oye a más madres decir con pesar. ´Mi hijo no sabe jugar. O alborota como un salvaje o está por ahí aburrido; si yo no le doy una ocupación, no hace nada que tenga sentido´.
La capacidad de los niños para jugar parece ir disminuyendo cada vez más. Con frecuencia, para estimularlos los padres preocupados compran un juguete tras otro. Pero esto únicamente empeora la situación. En su habitación llena hasta los topes está el niño sin saber qué hacer.
¿Qué es lo que quiere el pequeño al venir a este mundo? Quiere vivenciar el mundo, quiere aprender a vivir. Este pequeño ser es todo él órgano sensorial. [...]
Sin control, penetran las impresiones en el cuerpo del niño pequeño y el cuerpo responde a estas impresiones. Juega con ellas, imita. El niño no puede reaccionar de otra manera más que respondiendo a las impresiones que recibe con la imitación, con la constante repetición. Practicando de este modo se introduce en la vida. Y es a esto a lo que nos referimos cuando hablamos del "juego" con respecto al niño pequeño.
Como al pez le corresponde el nadar, así al niño le corresponde el jugar. ¿Qué ocurre con un pez si se le pone en un recipiente demasiado estrecho? Empezará a dar coletazos o se quedará quieto y apático. ¿No están nuestros niños en una situación bastante semejante? [...]
El mundo natural hoy en día está impregnado y tapado por una vida artificial e impenetrable. El niño se acostumbra a esta vida artificial. Un niño de ciudad apenas puede ya experimentar las fuerzas y los elementos que mantienen y vivifican a la tierra y a nosotros. [...]
¿Y nos extrañamos aún de que el niño no quiera jugar? ¿Dónde se estimulan sus sentidos con vivencias diversas y auténticas? Lo único que palpa es plástico y ropa de fibra sintética. La rica variación de los olores naturales queda anulada por los gases de los coches y por las emanaciones químicas. Con los abonos químicos la ruta y las hortalizas pierden su sabor original. El ruido del tráfico tapa la variación de sonidos propios de la vida y el silencio. [...]
Todo el mundo sabe que los músculos que no se utilizan se debilitan. Nos hacemos también la pregunta correspondiente: ¿pueden desarrollarse los sentidos de forma viva y despierta si no se estimulan, si no encuentran un campo de acción ameno y diverso? ¿y cómo va la fantasía a vivir esa fuerza misteriosa y creativa que el niño trae consigo con tanta riqueza, si no es estimulada y no recibe un alimento auténtico a través de los sentidos, todo lo más caricaturas más desfiguradas del mundo?"
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