Estuve releyendo un libro muy interesante (Vivir o ver televisión, de Karin Neuschütz, Editorial Antroposófica) porque, aunque se publicó hace tiempo, ayuda a reflexionar sobre la tecnología y los niños. Habla de la televisión, si bien lo que dice bien se aplica también a la computadora y la Play Station, entre otras cosas...
En casa hace tiempo que no tenemos tele (es decir, como no tenemos cable, el aparato vetusto que tenemos no sirve para ver más que una pantalla azul) y estamos felices. Es increíble lo que uno puede hacer con su tiempo cuando no tiene que mirar tele. Eso sí, todavía no nos pudimos deshacer de la video y el DVD (estamos esperando que se rompan, no pueden durar mucho más, ja ja) y los chicos miran algún rato de uno de los pocos videos que tenemos después del almuerzo cuando llegan cansados de la escuela, siempre que no haya algún amiguito invitado (por empezar, el aparato está en nuestro dormitorio, lo que es buena excusa) o que no prefieran hacer otra cosa (intentamos fomentar esta segunda opción). Ahora que empieza el tiempo lindo, el momento del video es más corto, ni hace falta avisar que ya es necesario apagar, suelen hacerlo solos y bajar a jugar en la casita del árbol, con las sogas, a la pelota, con los bloques, etc. Es verdad que la primavera invita al movimiento, en casa se vive así.
Aquí copio algunos párrafos, pero el libro entero es muy recomendable (se puede conseguir, por ejemplo, en La Casita del Perito Moreno, La Paz 1107, Martínez). La primera parte es más teórica (y muy buena) y la segunda, más práctica, con ejemplos de actividades para no caer en la tele o la compu.
“Constantemente se publican informes sobre los crecientes problemas en los jardines de infantes y escuelas. Los niños se encuentran perturbados en su equilibrio psíquico, están estresados, nerviosos o agresivos, tienen dolores de cabeza, dificultad de contacto, están inhibidos en su desarrollo motor o presentan dificultades en la lectoescritura. Sin embargo, estas perturbaciones alarmantes son relacionadas muy rara vez con el hecho de mirar televisión y video. Una opinión ampliamente difundida es que los programas simplemente no producen daño si son buenos en el contenido. Quien se atreve a hacer, si bien no sea más que una leve indicación acerca de que la televisión podría ser en sí misma nociva, es considerado como un desesperanzado del progreso.”
“Cuando escuchamos o leemos, podemos ‘ver' lo descripto ante nuestro ojo interno en virtud de nuestra fantasía. Nosotros ponemos lo así vivenciado en relación con nuestra propia vida y experiencia. Esto nos lo impide la imagen terminada de la televisión. Durante el programa, el fluir ininterrumpido de la imagen no deja aparecer ningún pensamiento propio acerca de lo que sucede en la pantalla. Luego de finalizado el programa, cuando el televisor está apagado, uno naturalmente puede reflexionar acerca de lo visto. Esto vale para los adultos, pero para un niño la situación es otra. El niño vive en el ahora. No tiene las mismas condiciones propias como para volver más tarde mentalmente a sus vivencias. ¿Cómo se supone que tenga tiempo para elaborar en el juego, mediante sus propias acciones, todas las impresiones de la televisión, si está sentado por horas delante del aparato? ¿Cómo puede un niño formarse una opinión ante tal derramamiento de imágenes?”
“En la niñez se cultiva la semilla del adulto futuro. ¿Cómo debe estar acondicionado el medio que le ofrezca al niño posibilidades óptimas de desarrollo? Ahora bien, el medio debe proporcionarle mucho amor y calidez y debe estimularlo a distintos tipos de juegos. Por el contrario, un comedor oscurecido, en el que titila el televisor es un medio extremadamente insuficiente.
Pensamos con tanto afán en enriquecer constantemente el conocimiento de nuestros hijos que, a menudo, olvidamos que en realidad lo más importante son nuestros brazos a los cuales ellos puedan acudir. En lugar de estar presentes para nuestros hijos, los remitimos a aparatos; a pesar de que sólo nosotros, los padres, somos los que podemos darles seguridad y confianza en sí mismos.
Nos esforzamos mucho en protegerlos de peligros amenazantes para el cuerpo y la vida, como por ejemplo, del tránsito, del frío, de agregados tóxicos en la alimentación, etc. ¿Por qué no mostramos en realidad el mismo interés cuando se trata del desarrollo de su vida interior? Si, mientras los niños son pequeños, nos damos tiempo para construirles un mundo limitado y protegido donde puedan ser felices y puedan jugar y soñar, entonces les estamos dando la mejor oportunidad para que crezcan como personas creativas y ansiosas de saber, que tengan el coraje y la fuerza de dirigir el progreso técnico con el corazón y las manos.”